«Una persona demasiado ocupada para cuidar su salud es como un mecánico demasiado ocupado para cuidar sus herramientas»
Anónimo
Por qué y para qué del Wellness
Explica Wikipedia que wellness es un término en inglés que se usa para definir un equilibrio saludable entre los niveles mental, físico y emocional, obteniendo como resultado un estado de bienestar general.
En el ámbito profesional, el wellness se asocia con una mayor eficiencia laboral, gracias a una mayor capacidad para tomar decisiones complejas, más creatividad, mejor concentración y una superior resistencia al estrés. Por eso las iniciativas alrededor del wellness, que en español se ha traducido como «empresa saludable», son actualmente una tendencia al alza en muchas organizaciones.
Al margen de las propuestas de este movimiento de origen norteamericano, los últimos avances en neurociencia demuestran que el cerebro humano requiere de dos circunstancias para alcanzar su máximo rendimiento: diversidad y desconexión.
Tiene lógica. Una máquina que siempre hace lo mismo y sin parar, es una máquina que se desgasta rápidamente y se avería con facilidad.
Para funcionar en óptimas condiciones, y ser capaz de rendir a su máximo potencial, el cerebro humano necesita alternar entre estados opuestos y complementarios: concentración y desconexión, trabajo y juego, soledad e interacción social…
Una de las razones por las que el movimiento wellness triunfa es porque persigue que todo lo anterior sea posible. Sin embargo, uno de sus principales fallos es que en ocasiones confunde las causas con los síntomas, probablemente porque en sus orígenes, allá por 1950, se desconocía casi todo lo que a día de hoy nos ha revelado la neurociencia.
Si es tan bueno, ¿por qué hay que promoverlo?
A mediados del siglo pasado, la aparición del movimiento wellness es disruptiva, ya que plantea un cambio radical en relación con el paradigma de la época sobre la salud. Hasta ese momento, la salud era algo que simplemente «se tenía» y cuando se perdía, se actuaba reactivamente para recuperarla acudiendo a los médicos.
Por el contrario, el planteamiento del wellness es totalmente proactivo, es decir, no solo propone no esperar a perder la salud para actuar, sino que plantea comenzar a actuar desde ya, y no únicamente para no perderla, sino para incluso mejorarla.
Por otra parte, hace setenta años, cuando surge el movimiento wellness, la gran mayoría de la población desconocía hasta qué punto desarrollar y mantener una serie de hábitos saludables podía influir sobre su salud y su trabajo.
Sin embargo, hoy día casi todo el mundo sabe que hacer ejercicio físico moderado con regularidad, mantener una dieta equilibrada o descansar las horas necesarias tiene un impacto directo en su salud y en su rendimiento personal y profesional.
Esto nos lleva a plantearnos una pregunta fundamental: ¿si en la actualidad todo el mundo sabe lo importante que es llevar una vida saludable, por qué no actúa en consecuencia por iniciativa propia?
El wellness como competencia transversal
Una posible respuesta a la pregunta anterior sería que, aunque lo saben, se les olvida, por lo que no aplican lo que saben. Otra posible explicación sería que la inercia de las rutinas es demasiado fuerte y que por eso la gente no cambia sus hábitos. Siendo aún más radicales, podríamos incluso pensar que a la gente le da pereza llevar una vida saludable y prefiere la comodidad insana al esfuerzo que conlleva cambiar.
Posiblemente estas tres explicaciones, al igual que otras muchas, sirvan para explicar algunos casos y situaciones concretas, pero mi experiencia profesional en el desarrollo de competencias me lleva a pensar que, para una gran mayoría de personas, la respuesta es probablemente un poco más compleja.
Lo que el wellness plantea realmente es un desarrollo competencial, es decir, aprender e interiorizar una serie de comportamientos observables concretos que sabemos están asociados a la consecución de unos resultados determinados en materia de salud y rendimiento.
Desarrollar cualquier competencia requiere tres elementos: saber, querer y poder. Me atrevería a decir que hoy día la mayoría de las personas en la mayoría de las organizaciones sabe qué hacer para llevar una vida más saludable y, arriesgándome aún más, afirmaría que también quieren poner en práctica lo que saben al respecto. El problema es que no pueden o, al menos, sienten que no pueden hacerlo, por «falta de tiempo».
Algunas iniciativas relacionadas con el wellness son conscientes de este problema e incluyen en sus programas tímidos e inefectivos intentos por atajarlo. Me refiero a «píldoras formativas» sobre «gestión del tiempo», una antigualla repleta de tópicos y consejos tan bienintencionados como inútiles, y que la ciencia ha invalidado hace ya más de una década.
La clave de un programa de wellness sostenible
Pretender que las personas cambien sus hábitos sin cambiar nada en el resto del sistema evidencia un desconocimiento profundo de la psicología humana.
Para que cualquier programa de wellness triunfe, hay que crear antes unas condiciones mínimas necesarias que lo hagan posible. En concreto, hay que asegurar que las personas cuenten con suficiente «espacio mental libre» como para poder emprender con confianza un proceso de cambio y mantenerlo hasta convertirlo en hábitos.
Tras más de siete años dedicado al desarrollo de la efectividad personal, en todo tipo de organizaciones, con todo tipo de posiciones y con todo tipo de personas, puedo afirmar que el desarrollo de esta competencia transversal proporciona inequívocamente el «espacio mental libre» indispensable para cualquier proceso de cambio, incluyendo el que conduce hacia una vida más saludable.
Seguramente existan, pero yo no conozco a nadie que haya consolidado un cambio de hábitos a consecuencia de un programa de wellness. Por el contrario, sí conozco a muchas personas que, a consecuencia de desarrollar su efectividad personal, han entrado en la senda del wellness, volviendo a hacer deporte, a dormir lo suficiente o hacer realidad hobbies que antes consideraban «sueños imposibles». Y es esta evidencia la que me ha convencido de que el wellness sostenible comienza – necesariamente – por desarrollar la efectividad personal.