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«Tu felicidad es el feedback más importante que puedes obtener de tu comportamiento»
Paul Dolan
Probablemente, la felicidad es el fin último que persigue la mayoría de las personas a lo largo de su vida. Por otro lado, una gran parte de la vida de esas personas transcurre trabajando en y para organizaciones, lo que nos lleva a que si alguien no es feliz con su trabajo, probablemente no es feliz con un porcentaje importante de su vida. A pesar de ello, la felicidad sigue alejada de las organizaciones, como si se tratara de un concepto fuera de lugar dentro del ámbito profesional. ¿Acaso ser «profesional» tiene que ser necesariamente sinónimo de ser «infeliz»? ¿Qué podemos hacer para solucionar este sinsentido?
Salvo contadas excepciones, como por ejemplo la del iOpener Institute, la mayoría de los intentos de aproximación al tema de la felicidad en las organizaciones han sido errados en su enfoque, poco rigurosos en sus fundamentos teóricos y caracterizados por un exceso de superficialidad y «buenismo» a partes iguales, que poco o nada han contribuido a facilitar el éxito del empeño.
Sin embargo, nos encontramos ante una situación crítica, con mínimos históricos en los niveles de engagement, lo que convierte en acuciante la necesidad de movilizar todo el potencial que se oculta «hibernado» en las organizaciones. Entender, y ayudar a entender, la relación entre felicidad, efectividad y competitividad puede ser el revulsivo que necesitamos.
Al contrario que su amigo y mentor, Daniel Kahneman, psicólogo experto en economía, Paul Dolan es un economista experto en psicología y, en concreto, en psicología de la felicidad. Y al igual que Kahneman desmanteló la creencia mantenida durante siglos acerca del supuesto carácter racional de los actores económicos, Dolan demuestra que lo que creemos que nos hace felices y lo que realmente nos hace felices suelen ser cosas bastante distintas.
En su best-seller «Happiness by design», traducido al español como «Diseña tu felicidad», Dolan expone un sencillo e innovador modelo de medición de la felicidad – al alcance de cualquiera – que nos permite averiguar qué es lo que realmente nos hace felices. El modelo se basa en dos variables, placer y propósito, ya que todo lo que hacemos impacta de un modo u otro en estos dos aspectos, tanto positiva como negativamente.
Hay actividades, como por ejemplo disfrutar de una película, una cena o un paseo por la montaña, que contribuyen positivamente a nuestra felicidad de forma directa, ya que su ejecución nos resulta placentera en sí misma.
Otras actividades, como limpiar nuestra casa o preparar unas oposiciones, no nos resultan placenteras en sí mismas, pero también contribuyen positivamente a nuestra felicidad porque contribuyen a un propósito que nos hace felices (vivir en una casa limpia o ganar unas oposiciones).
La potencia del modelo que propone Dolan radica en que permite el aprendizaje y el cambio. Puedes medir la cantidad de placer o propósito que conlleva todo lo que haces, y puedes contrastar esa realidad que mides con lo que crees o supones que te hace feliz. Seguramente te sorprendas, y mucho. Si quieres saber más, en el libro de Dolan se expone todo esto con detalle.
El modelo se centra en lo que Covey definió como la «zona de influencia», es decir, aquello sobre lo que podemos actuar en primera persona para conseguir resultados.
Entender que gran parte de tu felicidad está en tus manos puede animarte a probar cosas nuevas, introducir cambios o hacer las cosas de manera distinta a cómo las has hecho hasta ahora. A partir de ahí puedes comprobar cómo influye todo ello en tu felicidad, midiendo su impacto en términos de placer y propósito.
Ya está bien de «echar balones fuera». Hay muchas cosas que escapan a nuestro control: jefes, clientes, proveedores, circunstancias ambientales… Pero podemos hacer mucho más de lo que creemos por nuestra felicidad.
La cita de Dolan al inicio de este artículo encierra una moraleja sencilla. ¿Eres feliz? Sigue así. ¿No lo eres? Experimenta, prueba a cambiar algo y presta atención al resultado. Tu felicidad es la forma de feedback más importante que puedes obtener de tu comportamiento.
Algunas iniciativas de Recursos Humanos parten de la premisa errónea de que empleados más felices serán empleados más productivos. Para bien o para mal, las cosas funcionan justo al revés. Los empleados más felices son los más efectivos, es decir, aquellos que consiguen de forma habitual resultados alineados con un propósito. Como dice el aforismo: «el pájaro no canta porque es feliz, es feliz porque canta».
No sé si está en la mano de las organizaciones que el trabajo se convierta en una actividad placentera. Lo que sin duda sí está en su mano es que las personas vayan a trabajar con un propósito más amplio que cobrar una nómina a final de mes.
Crear espacios en los que las personas puedan trabajar con autonomía, aplicar y acrecentar su maestría y encontrar un sentido al trabajo que hacen es posible. También es posible ayudar a las personas a aprender nuevas formas de trabajar con enfoque, centrarse en las cosas más significativas y elegir mejor qué hacer y qué no hacer en cada momento. La combinación de ambas iniciativas se traducirá en organizaciones más competitivas con personas más felices. Deberíamos hacer lo que esté en nuestra mano para conseguirlo.
