Tras los primeros estadios de la vida, llegada la adolescencia, la criatura humana tiende a juzgar que podrá afrontar prácticamente cualquier reto. El paso del tiempo contribuye a apaciguar pulsiones y va situándonos en coordenadas más realistas.
La madurez nos recuerda que nuestros hombros son frágiles y solo pueden sobrellevar determinado número de proyectos para que la espina dorsal, tanto física como intelectual, no quede dañada. Quienes no asumen estos principios pueden romperse. Cuento, desafortunadamente, con conocidos procedentes de la alta dirección, que por no medir sus fuerzas vagan ahora en la sinuosa frontera de la insania. Algunos son conscientes; otros, ni siquiera eso.
Vivir es aprender a elegir
Para acertar, es imprescindible la reflexión y el buen gusto, porque devenimos el resultado de nuestras decisiones. Al final de nuestra vida, seremos la suma de nuestras opciones vitales.
Son dignos de alabanza quienes optan y aciertan a través de intuiciones. Son los menos. La mayor parte de las personas precisan de tiempos de análisis para que el camino emprendido sea el que más nos conviene desde el punto de vista tanto profesional como personal.
Parte de la sabiduría para la selección del sendero correcto nos la regala quien nos critica. Quien nunca nos contradice habitualmente no se comporta de ese modo por favorecernos, sino por beneficio propio. No permitamos que la adulación y el halago nos desvíen de los sucesivos retos en los que consiste una vida plena. Bien está recordar el refrán universalizado por Cervantes: «ladran, luego cabalgamos»: algunos ladridos, fruto de la mera envidia, nada nos aportan. Otros, por el contrario, pueden inducirnos a cavilar sobre lo certero o no de nuestro juicio.
En la impresionante celeridad del entorno Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo en el que nos desenvolvemos resultan esenciales agarraderos sólidos que impidan que fluctuemos como hojas movidas por un viento irracional: sólo el anclaje en cimientos consistentes evitará que otros nos quieran vivir la vida…, y a veces lo consigan.
Una existencia cumplida radica en el difícil equilibrio armónico entre lo profesional, la familia, los amigos, el ocio, el desarrollo cultural-espiritual y la salud. Quienes nos rodean tenderán con frecuencia a subrayar la importancia de alguno de esos aspectos.
Para atinar el máximo número posible de veces, no está de más contar con ese coach que todos deberíamos seleccionar, pues contrastar es manifestación de la prudencia que antecede a una correcta deliberación.
Lo único que tenemos es tiempo. Incluso los desheredados de la fortuna lo poseen. Cultivarse en su gestión es prueba de sapiencia. Obras como Ética a Nicómaco (LID) proporcionan innumerables pistas.
Es preciso, en fin, ir prevenido contra los eunucos intelectuales. Nunca hemos de ponernos al nivel de los necios: saquean la paz sin aportar compañía. ¡Busquemos profesionales mejores que nosotros que nos alienten a transitar hacia la mejor trocha en cada encrucijada!