¿Prefieres que te cuide un robot o un humano?

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Las tendencias demográficas de los países desarrollados tienen un notable impacto sobre la configuración del mercado laboral. Es un fenómeno que ha sido analizado ampliamente desde el punto de vista cuantitativo. Sabemos, por ejemplo, que en el conjunto de la eurozona (335 millones de habitantes), el grupo de edad que más decrece es el de la población en edad laboral, que se sitúa en el 64% de la población total.

Los augurios más nefastos señalan que, si esta tendencia se mantiene en el tiempo, cada vez habrá menos personas generando riqueza a través del trabajo, frente a una población crecientemente envejecida. Según estas previsiones, nuestro actual estado del bienestar resultará menos sostenible. Para mantener los actuales niveles de prestaciones sociales habría que establecer nuevos sistemas de redistribución de la renta, por ejemplo a través de un incremento de la carga fiscal.

En realidad, los escenarios a corto y medio plazo no son tan pesimistas. La reducción de la población en edad laboral no supone necesariamente la reducción de la población activa. Todavía hay grupos que pueden incorporarse de forma más intensa a esta categoría. Es el caso de las mujeres que, a pesar de su entrada masiva en el mercado laboral durante las últimas décadas, todavía pueden aportar un mayor porcentaje de participación a la población activa. Es el caso también de lo que se denomina el talento senior: personas que tras una dilatada carrera profesional y una valiosa experiencia quedan “desactivadas”. Desaprovechar su contribución laboral es un lujo que muchas sociedades no se pueden permitir. Y están, además, los flujos migratorios. En la medida en que estas personas se integran progresivamente en los sistemas formativos del país de destino, aportan mano de obra con diferentes niveles de cualificación.

Sin embargo, el cambio demográfico debe ser también analizado desde una perspectiva cualitativa. La cuestión no es solo cuánta gente va a trabajar en un país, en un horizonte temporal de cinco o diez años, sino también a qué se van a dedicar. El hecho de que la población esté crecientemente envejecida crea una fuerte demanda de prestaciones profesionales en el ámbito de la medicina y los cuidados a personas dependientes. Contra una creencia muy extendida, es probable que los perfiles más demandados en los próximos años no sean los de personas que interactúan con máquinas (ordenadores, sistemas automatizados, etc.), sino los de personas que interactúan con otras personas. Esto tiene que ver con el tipo de valores y de habilidades que transmitimos a través de los sistemas formales de educación y de la formación orientada al empleo. Con una extraordinaria anticipación, Alvin Toffler predijo hace tiempo: “La sociedad necesita personas que se ocupen de los ancianos y que sepan ser compasivos y honestos.

La sociedad necesita gente que trabaje en los hospitales, la sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son sólo cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sólo sobre datos”. Cuando analizamos los principios que estamos transmitiendo todavía hoy en Escuelas de Negocio advertimos un enfoque diferente, basado en la competitividad, en el éxito. Hay quien piensa todavía que el mercado más prometedor es el conformado por personas en su plenitud, con una alta capacidad adquisitiva. Las previsiones demográficas indican, por el contrario, que el mercado que más crece en las sociedades desarrolladas es el de las personas que ya no demandan muchos productos, sino muchos cuidados. ¿Nos encontraremos en las Escuelas de Negocios con cursos sobre empatía, ternura y compasión?

Japón ya transitan por esta senda desde hace tiempo. Se calcula que, para 2035, el sector de los cuidados a personas dependientes empleará a 680.000 personas. Ya hoy, un octavo de su fuerza laboral se encuentra en el sector médico/cuidados. En 2040, será la quinta parte. Para paliar la falta de personas capaces de atender a esta intensa demanda, han empezado a explorar la posibilidad de que parte de esos cuidados sean impartidos por robots y otros sistemas automatizados. Ante ese escenario, comparto la pregunta con la que abro estas líneas: ¿Prefieres que te cuide un robot o un humano?

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