Si necesitas o deseas liderar al servicio de personas y equipos, en cualquier ámbito o sector de actividad, tanto empresarial como deportivo, político o educativo, incluso familiar, antes de hacerlo, debes asumir conscientemente la responsabilidad de tomar una decisión previa cuyas consecuencias serán determinantes, hoy más que nunca, para el rendimiento de tu equipo y el futuro de tu organización. Es una elección trascendente, pero en realidad, muy simple. Se trata de decidir cómo eliges ver a las personas.
Si crees, en general, que las personas (ellas, tú no, por supuesto…:-), tus colaboradores/as, jugadores/as, alumnos/as, empleados/as…, son un poco vagas y perezosas, mentirosillas y tramposas, quejicas y muy egoístas, que no se esfuerzan ni desean comprometerse, que ni les gusta ni quieren trabajar/aprender/entrenar, en definitiva, si tienes la profunda convicción de que necesitas dedicar gran parte de tu energía y atención a controlarles y estar muy encima suyo para «hacerles trabajar», empieza ya a clarificarse quién vas a ser tú para ellas.
Si, por otra parte, tu creencia dominante en este sentido fuera que las personas son seres humanos completos, creativos y llenos de recursos, valiosos y con talento, que necesitan y desean encontrar un sentido y un propósito a lo que hacen, personas en las que se puede confiar y delegar, y que merecen ser tratadas con toda dignidad y respeto, posiblemente asumirás como tu mayor desafío conseguir que ‘quieran trabajar’ contigo y transformarte en alguien digno/a de su confianza.
‘Hacerles trabajar’ y que ‘quieran trabajar’ puede parecer lo mismo, pero no lo es… y aunque ninguna de las dos creencias es ‘La Verdad’ (inmutable, absoluta, eterna y universal), sí lo será para quien apueste por cada una de ellas (tendrá además multitud de argumentos para justificarla) y quedará claramente reflejada en su manera de ser y de estar, de comportarse, de hablar y de relacionarse. Lo importante no es debatir sobre cuál es ‘La Verdad’ o quién tiene razón, cada cual tendrá sus razones para sentir como cierta una u otra, lo decisivo es que descubras cuál es tu tendencia, de qué pie cojeas y conocer cuál el efecto que cada una de estas dos creencias tiene en ti, en quién te convierte y cuál es el impacto y la influencia en tu organización de tu estilo de liderazgo derivado de cada una de ellas. Lo relevante es que tomes consciencia de quién estás siendo para que puedas elegir quién quieres ser.
Veamos, si tu creencia estuviera más cerca de la primera opción, debes saber que, de forma probablemente inconsciente, tus comportamientos, lenguaje y actitud tenderán a convertirte en un jefe/entrenador/profesor autoritario, aislado, desconfiado, inseguro y controlador, que en cualquier momento puede deslizarse peligrosamente hacia la tiranía o el despotismo. Así, sin quererlo, sin consciencia y sin saber cómo evitarlo, acabas creando un espacio en el que las personas sobre las que tienes responsabilidad se sienten en peligro y amenazadas de forma permanente… ¡por ti!, de manera que únicamente piensan en hacerse invisibles y en cómo protegerse y/o defenderse, desapareciendo a todo gas cualquier posibilidad de creatividad, innovación, colaboración o trabajo en equipo. Lo perverso de esta situación es que de esta manera sientes cómo se refuerza tu creencia de que ‘¡ya ves cómo son!… ¡Hay que estar todo el día encima!’. En este irrespirable ambiente se destruyen los lazos de confianza y se agotan las relaciones, afloran por doquier la desmotivación y la insatisfacción, altamente contagiosas, y se genera una profunda desconexión emocional de las personas tanto respecto de sus ‘líderes’ (mejor dicho, jefes/as, pues no merecen tan noble calificativo) como de la propia organización. No pinta bien… pero está pasando… ¡y mucho!
Este perfil puede acabar mutando finalmente en un jefe ‘tóxico’ (sí, ya sé que tú no lo eres… ;-), pero se considera que en España lo son más del 45%) que basa su poder en el control, la supervisión, el orden y la jerarquía, que consigue la obediencia por el miedo que genera en sus colaboradores/as, pero que camina en sentido opuesto y está a años luz de ser capaz de comprometer a las personas, de atraer, cultivar y mantener el talento, y de promover y cuidar las relaciones de confianza imprescindibles para crear equipos de alto rendimiento talentosos, diversos, creativos e innovadores.
Quienes actúan impulsados por esta limitante creencia, serán expertos dirigiendo un mundo que ya no existe, definido por mercados y sectores apacibles, estables y predecibles, condenando a sus empresas, equipos y organizaciones a la desaparición (el 52% de las compañías del ‘Fortune 500’ en el año 2000, ya no existe). No es que vivamos una época de grandes cambios, sino que nos encontramos ante un cambio de época sin precedentes, en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo que exige contar con el talento comprometido de todos los integrantes de la organización para poder aspirar a mantenerla relevante, vigente y rentable, un apasionante desafío solo al alcance de quienes se atrevan a convertirse en líderes transformadores al servicio de personas y equipos.
Para poder serlo, para poder brillar a su servicio y alumbrar su camino por un rato, puedes elegir hacer tuya la segunda creencia que te ayude a creer primero en las personas para poder crear después, juntos, nuevos futuros deseados, con ellos y para todos, futuros que no son predecibles ni previsibles, que parecen irreales e inalcanzables a día de hoy, que son pura posibilidad y que se construyen en cada una de las conversaciones que mantienes en el presente, contigo mismo y con las personas que forman parte de tu equipo. Desde aquí aprenderás a crear poderosas relaciones de confianza en las que ellas se sientan visibles, importantes, competentes, reconocidas y valiosas. Así es que… ¡necesitas ver bellotas!
«Las semillas duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre la fantasía de despertar». Antoine de Saint-Exupery (El Principito).
Así como una bellota ya tiene en su interior todo lo necesario para convertirse en un roble extraordinario, cada persona nace completa, creativa y con todos los recursos para convertirse en la mejor versión de sí misma, cualquiera que sea su edad, sexo, ámbito de actividad o responsabilidad. No hay nada roto ni nada que arreglar en la esencia de cualquier Ser humano y su valor es inconmensurable. Esta metáfora bellotera no es ‘La verdad’, tampoco la puedo demostrar y no es por tanto dogma de fe, ni una doctrina que hay que seguir a pies juntillas. Es simplemente una creencia potenciadora que te ayudará a ver a las personas y equipos sobre los que tienes el honor de liderar, no solamente como lo que son a día de hoy, sino como lo que podrían llegar a ser, no verlas en términos de su desempeño actual sino de su potencial futuro.
«Trata a una persona como lo que es y seguirá siendo lo que es. Trátale como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser». (W.A. Goethe).
Así como un jardinero sabe que no necesita meter nada dentro de la bellota, sino tan sólo plantarla en un lugar fecundo, regarla, cortar algunas ramitas, tener paciencia y darle tiempo, la responsabilidad del líder no consiste en meter, sino en sacar… lo que ya está dentro, en descubrir el talento de cada uno de sus colaboradores, lo que le hace distinto, valioso, especial y único, en reconocerlo y potenciarlo, creando el contexto adecuado para cultivarlo, respetando y facilitando su aprendizaje y desarrollo natural.
La esencia de todos, la que cada uno de nosotros tiene dentro de su bellota, nunca se pierde, siempre está ahí, en lo más profundo… dormida, esperando a que alguien le ayude a despertar. Cuando al gran Miguel Ángel le preguntaron cómo era capaz de crear tan magníficas obras, se limitaba a responder que su trabajo únicamente consistía en destapar lo que ya estaba ahí, oculto bajo la piedra. El gran reto del líder también es descubrir el tesoro que está latente y deseando salir dentro de cada uno de sus seguidores, ser cómplice de una posibilidad trascendente, la transformación desde lo que está siendo… hasta lo que podría llegar a ser.
Atreverte a verles así, como bellotas, tendrá un impacto directo en tu actitud, que será más abierta, cercana, amable, serena, curiosa y disponible para escuchar, para descubrir qué es lo que se esconde dentro de cada una de ellas y para ayudarles a que brote con fuerza. Necesitas una ‘mirada bellotera’ para poder mantener con ellos/as conversa(c)ciones creadoras de nuevas realidades y otros futuros posibles que no éramos capaces de pensar ni de ver antes de la conversación.
Los líderes transformadores saben bien que el lenguaje genera nuevas posibilidades de acción que no existían hasta que las creamos en nuestra conversación. El lenguaje no es sólo descriptivo, también es generativo, es acción en sí mismo, y por lo tanto, una conversación habitual o normal se convierte en transformadora, en tanto en cuanto nos ayude a revelar y modificar el tipo de observador de la realidad que estamos siendo en ese momento y, al cambiar nuestra forma de observar las personas y sus circunstancias, la vida, los problemas y las situaciones, re-definimos nuestra Identidad y podemos coordinar y diseñar nuevas acciones para transformarnos y transformar la realidad, creando así otro futuro deseado con el que poder comprometernos juntos.
Es en las convers(a)cciones donde se consigue aumentar drásticamente la calidad del compromiso individual de las personas y, por lo tanto, de los equipos y las organizaciones. Así es que ya lo sabes, está en tu mano elegir una creencia que te ayude a transformarte en quien quieres y puedes llegar a ser, y recuerda que la «mirada bellotera te cambia la vida entera». No te pido que me creas, tan solo que lo experimentes. ¡Atrévete!