“Sobran filósofos, psicólogos y abogados”. Cómo convertir una reflexión razonable en un titular estúpido. La frase impacta. Encabeza un reportaje sobre un interesante evento celebrado recientemente en Lima: la VI Cumbre empresarial de la Alianza del Atlántico.
Como resumen de las valiosas propuestas que se discutieron en ese foro, algún medio lleva al titular, entre comillas, la declaración de una de las participantes: “Sobran filósofos, psicólogos y abogados”.
La cuestión de fondo que se debatía era la adecuación (más bien, la falta de adecuación) entre las necesidades de las empresas y la preparación que reciben quienes van a acceder en un futuro próximo al mercado laboral. Nuestros sistemas de educación superior están produciendo miles de titulados en áreas de conocimiento que no responden a la demanda real de las empresas. Por el contrario, existen una notable carencia de jóvenes profesionales con formación técnica. Esta situación genera indeseables tensiones en el mercado laboral: por parte de la oferta, en graduados de titulaciones con pocas salidas profesionales, y por parte de la demanda, en compañías inmersas en procesos de transformación digital que buscan con poco éxito profesionales capaces de cubrir posiciones técnicas.
La situación, en efecto, es penosa. Sin embargo, no quedan identificadas las causas por la que se produce este desajuste, ¿Será que damos demasiada libertad a nuestros jóvenes y les permitimos tomar decisiones tan erróneas? ¿No sería mejor encauzar sus carreras con un asesoramiento más enérgico, para evitar que las veleidades propias de la edad les empujen a elegir estudios de tan dudoso futuro? Ironías aparte, sorprende la desconfianza latente en este tipo de diagnósticos acerca de la madurez de quienes a los 17 o 18 años toman decisiones sobre su profesión y su vida.
No cabe duda de que la demanda de los perfiles STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics) es creciente. A la vista de la situación actual de nuestras empresas, es un buen consejo elegir estudios en estas áreas, con beneficios evidentes tanto para el tejido productivo (mayor disponibilidad de los profesionales que realmente necesitan) como para los propios estudiantes (excelentes expectativas de colocación laboral).
El rol de las Humanidades en un entorno de transformación digital
No sé si sobran filósofos. De lo que sí estoy seguro es de que faltan ideas, las tenga quien las tenga. La transformación digital es cuestión de profesionales con un enfoque netamente técnico, pero no solo de ellos. Los desafíos a los que nos enfrenta exigen el despliegue de un amplio rango de competencias que muy rara vez se dan en un solo individuo, o en equipos compuestos por personas de perfiles homogéneos. Como condición necesaria para el éxito de estos procesos, hay que contar con capacidades tecnológicas. Pero, como señala Vicente de los Ríos, en la transformación digital es más importante el sustantivo que el adjetivo. Transformar es una acción que requiere además otras cualidades:
- Reflexión crítica, para comprender los beneficios que aporta la incorporación de tecnología a nuestros procesos de negocio y a todas nuestras relaciones. Y también para minimizar los riesgos que este proceso entraña.
- Visión holística, para integrar el desarrollo tecnológico en un contexto más amplio. Es un enfoque que permite establecer correlaciones entre la dimensión técnica, la económica y la social. Nosotros desarrollamos la tecnología, pero la tecnología, hasta cierto punto, nos transforma también a nosotros.
- Dirección ética. La transformación digital nos enfrenta a apasionantes retos acerca de lo que deseamos ser, a nivel individual y colectivo. La ética tiene que ver con el valor que asignamos a nuestras acciones y a nuestras relaciones. La tecnología amplía notablemente nuestro espacio de posibilidades. Al adentrarnos en esos lugares inéditos, necesitamos construir nuevas referencias éticas.
En este contexto, las titulaciones que obtengan las nuevas generaciones adquieren un valor muy relativo. ¿Qué mas da un tecnólogo con sensibilidad humanística o un filósofo con formación tecnológica? El debate acerca de si necesitamos perfiles técnicos o humanísticos es obsoleto. De hecho, una excesiva especialización acaba convirtiendo a los profesionales en elementos muy útiles durante un tiempo, y perfectamente prescindibles en el momento siguiente. Es cuestión de formación. Los retos a los que nos enfrentamos son complejos y articulados. Exigen, por tanto, otro modo de formar a los nuevos profesionales, en el que todas las dimensiones que entrarán en juego a lo largo de su actividad profesional estén presentes de forma compensada.