Nuestras experiencias creativas se inician en el ambiente intrauterino, específicamente con el juego. Gracias a las sorprendente evidencias que ofrecen las ecografías de alta resolución 4D, sabemos que vivimos en un entorno seguro que permite la experimentación: con el cordón umbilical, con el ritmo y movimiento del cuerpo de la madre, con las voces, los estiramientos… En realidad, todo nuestro cuerpo, más allá del cerebro es creativo. Por ejemplo, una simple célula como los linfocitos, tiene capacidad de ser creativa pues puede almacenar, sintetizar y transformar información a nivel celular.
El camino creativo se inicia bien pronto y no tiene fin. La creatividad para nuestro cerebro significa combinar. Se alimenta de vivencias y experiencias, para después, poder conectar puntos. Y lo hace de forma prácticamente automática, si se dan las condiciones oportunas. Además, todos tenemos capacidad creativa, en la medida que tenemos la capacidad de soñar.
En el mundo de las organizaciones, nos empeñamos en reforzar la creatividad, se busca, se retribuye, incluso se hacen concursos de ideas… apelando a la motivación extrínseca de la persona. Es decir, que el foco se pone en el lugar temporal inadecuado: después de que aflore la creatividad. Si hacemos caso a la información que nos ofrece la neurociencia, podemos decir que el foco en realidad, tendría que ponerse en otro lugar: antes de que surjan las ideas. Invertir los términos e invertir en ambientes favorecedores para la creatividad.
Sería muy atrevido afirmar que deberíamos reproducir el entorno intrauterino en las organizaciones. Sin embargo, resulta descabellado comprobar como tendemos a hacer lo que nuestro cerebro no necesita para ponerse a conectar puntos: poner presión, café extra, trabajar con grandes cantidades de datos o, peor aún, tormentas de ideas en grupo, lo que crea una gran cantidad de ruido mental y presión por quedar bien delante del jefe y los compañeros. Este tipo de costumbres tienden a hacer más ruido en nuestro cerebro y lo aleja de la tranquilidad que necesita para ser creativo.
Generar un caldo de cultivo emocional que favorezca la tolerancia a la frustración y la superación del error es clave para apostar por la creatividad. Nos referimos a emociones que promuevan un estado de tranquilidad y seguridad en los equipos, que les permita tener confianza para crear, proponer, cuestionar, atreverse, conectar y colaborar. Es básico entender que antes que invertir en procesos o técnicas, hay que transformar hábitos y la cultura organizativa. Toda una revolución, ¿estamos preparados para escuchar a la ciencia?
La creatividad no puede comprarse, es gratis, voluntaria y libre. Apela a la motivación intrínseca. Las ideas se regalan, y aunque se paguen, no hay garantía de que se compartan, la gente las da si les da la gana.