En diversos lugares del planeta, el mes de septiembre marca la línea de salida para un nuevo curso académico; en ocasiones, también fiscal. Antes de introducirse en la vorágine que arrastra a la mayor parte de los profesionales resulta aconsejable tomar en consideración los ilustrados consejos que Aristóteles proporcionó a su hijo en el inolvidable libro Ética a Nicómaco (LID editorial).
Indicaba el sabio griego que para alcanzar una meta es ineludible definir:
1.- dónde estamos,
2.- dónde nos gustaría estar, y
3.- cómo llegaremos
Demasiadas personas y organizaciones ignoran uno o más, y se azacanan en objetivos accidentales, dilapidando tiempo y energía.
Aristóteles no limita a estas cuestiones su asesoramiento al vástago. En otro momento le detalla que es forzoso puntualizar cuatro causas, que son las que consienten avanzar. A saber,
1.- causa eficiente
2.- causa formal
3.- causa material; y
4.- causa final.
En terminología contemporánea, la causa eficiente es el esfuerzo, el trabajo. La formal es el paradigma que empleamos; la material incluye los medios precisos: dinero, herramientas, instrumentos, etc.
La causa final es el porqué de las decisiones y actuaciones. Ha de ser lo primero en la intención y lo último en la consecución. La causa final es la diana a la que debe apuntar todo para que los bríos invertidos no se tornen baldíos.
Muchos centran su atención en la causa eficiente (cómo promover el trabajo); algunos en la formal (modelo de negocio); y en la material (financiación). Cuán pocos saben hacia dónde corren, porque no reflexionan o porque sus metas son parciales.
Lograr el máximo rendimiento para el accionista puede ser un objetivo, pero no ha de ser ¡el único!
Obtener resultados monetarios es esencial, pero también lo es crear las condiciones de posibilidad para la vida honorable de todos los grupos de interés. Quien sólo piensa en términos de Excel (es decir, financieros), podrá ganar grandes emolumentos, pero –si no ve más- corre el riesgo de fracasar como persona por mucho que, en su restringida percepción del mundo, triunfe como profesional.
Es más, quien mejora la amplitud de sus metas, con frecuencia también logra incrementados resultados monetarios.
Las jornadas de reflexión en el comienzo de un periodo no son pérdida de tiempo, sino el mejor modo de no errar el tiro. Bien lo expresó Séneca: para quien no sabe dónde va ningún viento es favorable.
Ahora que comienza a soplar de nuevo orientemos bien el timón personal y corporativo para llegar dónde queremos, teniendo presente que sin justicia (dar a cada uno lo suyo) no habrá crecimiento sostenible.