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Hay que saber sumar…
Decía Patricia Urquiola, prestigiosa diseñadora, en una entrevista en el País Semanal del 19 de abril de este 2015 (que os recomiendo leer), que «Cada cinco años salgo de mi zona de confort. No son revoluciones, son evoluciones. Necesito cuestionarme el proyecto de vida.«
Habíamos olvidado eso. Deseamos un trabajo estable, sin cambios ni novedades para toda la vida, desde la primera juventud hasta la jubilación, y ahora que, inmersos en el huracán del cambio de paradigma, en la mal llamada crisis económica que está alterando el mercado laboral, retornamos a los ciclos vitales naturales, se nos encoge el alma porque buscamos estabilidad en tiempos que son líquidos, que son de cambio, que son inciertos.
No sabemos qué nuevos «oficios» traerá la era del conocimiento y la robotización, no conocemos los nuevos problemas a los que deberemos enfrentarnos, ni las herramientas con las que contaremos para resolverlos. Pero si algo está claro para los profesionales senior, y para todos los profesionales en general, es que son tiempos de reinvención: que no podemos permanecer en lo «viejo conocido» aunque nos haya aportado momentos de gloria, y que aunque fuera durante tanto tiempo lo que nos reportó beneficios… ya no sirve.
Las viejas estructuras organizativas se tambalean. La rapidez con la que se producen los cambios exige, para ser competitivos, de equipos livianos y adaptativos que huyan del aparato burocrático en busca de una respuesta ágil a clientes y problemas.
Será difícil que nazcan inmensas oficinas o fábricas en las que el trabajo esté compartimentado en silos estancos en los que la mano derecha no sabe lo que hace la izquierda. El trabajo en red pide colaboración, «coopetencia«, «sharismo«, conexión…@AnacabeJuan respondía a un tweet mío: «Sigo estudiando. Siempre seré Junior, pero con alopecia» y da en el clavo: para seguir en la brecha hay que comenzar de cero cada día, llenar la mañana de preguntas, estrenar ideas y proyectos hasta encontrar el que nos sienta como un guante y entregarse a él con el ardor del que comienza el camino.
Salir de nuestro escenario habitual y mirar de frente y sin miedo la recién estrenada «nueva economía colaborativa», tan nueva que apenas gatea, que balbucea apenas sus primeras palabras, pero que nos inspirará para construir nuestro nuevo ciclo vital en armonía con los nuevos valores y las nuevas competencias necesarias.
Las trayectorias profesionales ya no son lineales
Necesitan continuamente de transformaciones profundas. En las empresas en red el profesional se inserta en multitud de círculos efímeros constituidos por individuos que se agrupan para resolver un problema, afrontar un proyecto, y se disuelven conseguido el objetivo.
Y en la madurez se nos impone ir a contrarreloj, ir al grano y asumir los riesgos justos, enamorarnos de un proyecto perdidamente, pero más con la cabeza que con el corazón,como nos recuerda la experiencia acumulada.
Desaprender todo lo inútil, obsoleto, innecesario y aprovechar la inmensa plasticidad del cerebro para rediseñar las veces que haga falta nuestro nuevo entorno laboral y vital.
Pensábamos que la vida era un camino de ascensión lineal y nos encontramos con una espiral que nos devuelve a un punto de partida cada cierto tiempo, inaugurando un ciclo que nos ofrece de nuevo nuestra reinvención personal.
Tenemos la experiencia de los ciclos ya vividos, hemos transitado por diferentes escenarios y posiciones: es el momento de convertirnos en «agentes de cambio», siendo aprendices eternos, dejándonos polinizar por las nuevas propuestas y modelos que surgen por doquier, pero aportando nosotros lo aprendido hasta ahora, lo probado y reflexionado por nosotros, para enriquecer la idea en embrión que inaugura nuestro nuevo ciclo.
Las solidas estructuras sociales del siglo XX se han transformado en estructuras líquidas, flexibles y globalizadas gracias a la generalización del uso de las tecnologías de la información y la comunicación. El cambio en la manera de relacionarnos con los otros, superando las categorías de tiempo y espacio, propicia el «individualismo conectado» del que habla Patrice Flichy, que se caracteriza por el tránsito de un modelo laboral basado en la definición de cada puesto de trabajo, hacia un modelo basado en la competencia personal y la responsabilización individual por el cumplimiento de los objetivos y la consecución de resultados.
De esta forma asalariados y autónomos son igualmente trabajadores independientes, responsables de su competencia personal y de sus resultados, empresarios de su propia vida, lo más autónomos posible y con una red de contactos lo más amplia posible para poder resolver cualquier problema más allá de la propia especialización, en comunidades virtuales internas o externas a la empresa para la que se trabaja.
Eso nos convierte a todos en emprendedores, iniciando una nueva aventura profesional por cada nuevo proyecto, en un proceso de reinvención personal continuado que exige un aprendizaje permanente y en el que la experiencia acumulada es una competencia más que nos diferencia y distingue.
