Espero que el uso del «palabro» haya despertado vuestra curiosidad y si no es así, confío en que el hecho trampantojo literario os lleve a leer hasta el final.
¿Habéis pensado cómo sería vuestra carta de despedida si mañana decidís dejar la empresa? Si no habéis hecho este ejercicio nunca, permitidme que os dé la enhorabuena y que pueda presumir de conocer a alguien que ha conseguido hacer de su trabajo su hobbie, sin que nadie le moleste.
Volviendo al tema que nos ocupa, alguno pensará que una vez que te vas carece de importancia lo que pueda decir ese correo/carta. La sorpresa puede venir cuando al cabo del tiempo, alguno de los «bendecidos» por nuestro mail se convierte en nuestro nuevo jefe o es la persona que tendrá la última palabra en un negocio común. Os puedo asegurar que esto ocurre y no está sacado de una película de ficción.
Os propongo que cada uno piense durante unos segundos cómo sería su carta. Podemos ser tremendamente prudentes y hacer nuestro el «Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras» (atribuido por algunos a Gandhi y por otros a ese gran autor de todos los tiempos: Anónimo), o irnos a un nivel más mundano: «Si callo reviento». Entre estas dos opciones, siempre habrá un punto intermedio y ahí es donde dicen que está la virtud.
Con todo lo anterior en mente, vamos a despedirnos de una forma sincera utilizando la ironía.
«Hola a tod@s:
Como alguno de vosotros ya sabéis, he tomado la decisión de afrontar nuevos retos lejos de XXX.
En esta empresa ha crecido personal y profesionalmente y es por esto, que he intentado incluir en este correo de despedida a todos aquell@s que de una forma u otra habéis sido importantes en mi trayectoria:
- A los que me habéis ayudado personalmente a superar los momentos difíciles: gracias.
- A los que siempre habéis tenido una sonrisa para mí cuando os pedía algo: gracias.
- A los que habéis compartido conmigo situaciones profesionales límite aportando trabajo y compromiso: gracias.
- A los que habéis estado a mi lado en el día a día: gracias.
- A los que utilizáis los malos modos para lograr los objetivos: gracias.
- A los que pensáis que estáis por encima del bien y del mal, por cómo gestionáis situaciones y personas: gracias.
Estaría encantada de volver a cruzarme profesionalmente con cualquiera que pertenezca a uno de los primeros cuatro grupos. Y si el destino es caprichoso y decide que sea alguien de los dos últimos, sólo espero ser yo el jefe.
Que la fuerza os acompañe!
PD: Si a alguno le llega este correo por un reenvío de terceros y cree de corazón que tenía que haber sido incluido, porque se identifica con alguno de los grupos, por favor, considérate uno más de esta «familia».
THE END»
Esta carta nos abre la puerta a objetivos más ambiciosos:
¿Podemos identificar cuántas personas de nuestro alrededor nos incluirían en los dos últimos grupos si enviaran hoy esta carta de despedida? ¿A cuántas personas incluiríamos nosotros? ¿Alguna vez hemos sido «tóxicos» conscientemente?
Ya lo dijo Confucio:»No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino.»
¿Está el empleado moralmente obligado a ejercer de campesino? ¿Qué medios reales existen para detectar que el motivo de un cambio de empresa es, en realidad, una huida de jefes y/o compañeros «tóxicos»?
El «ejercicio» de hacer una carta de «despedida» debería ser obligatorio por contrato. Ahora bien, si el grado de sinceridad es bajo, debemos ser conscientes de que existe un problema: la confianza en el departamento de RRHH es baja o bien, los intereses personales pesan más que la ética profesional y el compromiso con la empresa. En ambos casos, el efecto es una pérdida de información clave para detectar y solucionar problemas internos, que impactan negativamente en la productividad y afectarán finalmente a la cuenta de resultados.
¡Qué forma tan sencilla y valiosa de identificar situaciones que, sin lugar a dudas, ayudarán a mejorar el margen!, eterno talón de Aquiles de muchas compañías.
Por Ana Martínez Mier, Global HR Support Team en Meta4.