Blaise Pascal nació en Clermont-Ferrand en 1623. En sus 39 años de vida fue polifacético: matemático, diseñador de calculadoras mecánicas, físico, escritor… A partir de 1654, y hasta su fallecimiento, centró su interés en la filosofía y la antropología.
Entre sus obras destacan textos que han sido publicados bajo el título de Pensamientos y Ensayos. Esas páginas se encuentran repletas de enseñanzas para la gestión de personas. Muchas reflexiones son de rabiosa actualidad.
Uno de sus primeros consejos tiene que ver con lo que hoy denominan post verdad: evitar la frivolidad de aceptar presuntas verdades sin haber dedicado tiempo suficiente a la reflexión para verificar la validez del supuesto principio. Resume el erudito francés que es propio de algunos considerar que poseen la verdad absoluta. Esa actitud implica la disposición a negar todo aquello que no se comprende. Apuntando a esta realidad, algunos resumen con indudable buen humor que hay personas cuya cabeza es tan pequeña que no les cabe ni la menor duda.
La innovación, ¡tan necesaria en la actualidad!, sólo es posible promoverla cuando somos conscientes de que nuestras previas convicciones han de ser puestas entre paréntesis para avanzar hacia mejores instrumentos de gestión.
Como barrunto de lo que he denominado Feelings management (gestión de los sentimientos organizativos), Pascal aseguró que “el arte de persuadir consiste tanto en el de agradar como en el de convencer, ya que los hombres se gobiernan más por el capricho que por la razón”.
Ese destacado instrumento de desarrollo que ha venido a ser calificado como coaching era aconsejado por Pascal, pues concluía que gran parte de la violencia y de la vanidad de altos directivos procede de que, en realidad, no se conocen a sí mismos. Consideraba, además, que uno de los mayores errores de quien tenga responsabilidades sobre otras personas es la insensibilidad, carencia que cancela cualquier posibilidad de empatía. Y sin la capacidad de ponernos en lugar de los demás en la práctica será imposible motivarles.
Pascal recuerda la relevancia de gestionar bien el tiempo, en su sentido más profundo. A saber, el pasado, el futuro y el presente. Sobre lo ya acaecido, insiste en que no debe preocuparnos en exceso, pues lo que debe hacerse es sencillamente lamentar los propios yerros. Sobre el porvenir aconseja que, al no estar en nuestras manos, y quizá no se llegue a alcanzar nunca, es mejor no perder esfuerzo en grandes diseños. El presente -insiste el galo- ha de ocupar las mejores energías.
Advierte, al cabo, que el ser humano tiende más a ocuparse de lo que no está en sus manos, soslayando que debe centrarse en sus áreas de influencia.
Acabo ya, recordando uno más de sus pensamientos: “cuando se es muy joven no se juzga bien, igual que al ser demasiado viejo. Si se piensa poco, si se piensa demasiado, se aturde uno o se desorienta”. A pesar de su colisión intelectual con la Compañía de Jesús, tal como detallo en “Jesuitas, liderar talento libre” (LID), muchas de sus propuestas hubieran sido gratamente asumidas por el santo de Loyola. Con frecuencia, las personas perspicaces, aunque discrepen, coinciden en más de lo que disienten.