La generalización del acceso a Internet a través de dispositivos móviles está cambiando de forma radical nuestra forma de aprender. Buscadores, plataformas colaborativas y redes sociales permiten que cada profesional diseñe sus propios procesos de aprendizaje, combinando distintas metodologías y recursos, muchos de los cuales presuponen la conexión a Internet, aunque sólo sea para prolongar una sesión presencial, una conversación entre colegas, una consulta telefónica… Los profesionales son los responsables de su propio desarrollo profesional y han tomado las riendas de su aprendizaje permanente.
Muchos baby-boomers no se sienten cómodos trabajando con herramientas en la nube para diseñar sus propios procesos de aprendizaje. Éramos ya adultos cuando Internet irrumpió en nuestras vidas. Se hace imprescindible diseñar estrategias de aprendizaje específicas que permitan que los aprendices madurescentes se empoderen de su propio proceso de aprendizaje en línea.
Como adultos necesitamos relacionar lo que estamos aprendiendo con nuestra realidad más cotidiana, debemos planificar y decidir cómo aplicar lo que hemos resuelto aprender a nuestra vida, trazar un plan de ejecución, pensar en un proyecto de aplicación que nos facilitará la motivación necesaria para emprender un proceso de aprendizaje online al que somos refractarios de entrada.
Sólo de esta manera perderemos el temor a la tecnología, ya que nos importará más alcanzar nuestro objetivo que la herramienta que estemos utilizando para ello. Aunque el aprendizaje online está cambiando nuestra capacidad de concentración y nuestra manera de leer. Seremos capaces de ver vídeos de tres minutos uno detrás de otro, pero no de leer un texto de treinta páginas en PDF a través de una pantalla.
Así, el acceso al aprendizaje online debe hacerse poquito a poco, a través por ejemplo de «pequeños bocados», de «píldoras» de aprendizaje breves y directas, que facilitan que los «Golden Workers» consultemos sin problemas en nuestro smartphone un vídeo de uno o dos minutos en una pausa, en el metro, en cualquier lugar…
Pero el cambio fundamental en nuestra manera de aprender tiene que ver con que el aprendizaje es ahora fundamentalmente «social». Lo que internet permite es compartir con otros profesionales información y experiencia más allá de nuestro pequeño entorno cotidiano, más allá del espacio presencial que compartimos, más allá de la sincronicidad del tiempo de la conversación en el trabajo.
Al acto solitario del «estudio» se suma ahora el espacio online compartido con otros profesionales con nuestras mismas inquietudes con los que compartir información y experiencia.
Los baby-boomers aprenderán a «trabajar en voz alta» frente a los compartimentos estancos en los que nos hemos desarrollado. Aprenderemos a compartir la experiencia a través de la conversación, a participar en las comunidades de práctica corporativas en las que construir con el resto de generaciones, con el resto de colegas, la inteligencia colectiva de la organización.
«Trabajar en voz alta» fomenta la cultura y la práctica de «compartir», facilita la posibilidad de registrar procesos de trabajo y, de esta forma, capturar el conocimiento tácito, permite que aprendamos unos de otros a través del diálogo y el debate, estimula el pensamiento crítico que posibilitará la innovación, derrumba barreras entre los diferentes silos de la organización.
Pero nuestra aportación a la comunidad debe ser significativa y diferencial. Debe caracterizarnos, distinguirnos del resto y darnos visibilidad y por lo tanto reputación. Y para ello nuestros procesos de aprendizaje pasarán por seleccionar la mejor información posible sobre nuestro ámbito profesional.
Los nuevos requerimientos para un aprendizaje continuado en tiempos de «infoxicación» requieren de sistemas de filtrado eficaces. La curación de contenidos deviene una actividad imprescindible para avanzar en nuestro propio desarrollo y destilar aquella información que necesitamos para seguir avanzando en nuestra necesaria permanente actualización.
Al personalizar nuestras fuentes de información y nuestro universo informativo conseguiremos distinguirnos, especializarnos, convertirnos en expertos en un determinado sector o área de conocimiento.
Por otro lado, los espacios presenciales también se reinventan, a raíz de la ubicuidad que nos proporciona la tecnología móvil. Y en lugar de los puestos de trabajo individuales y estancos en los que la mano derecha no sepa qué hace la mano izquierda, los centros de trabajo deben concebirse como plataformas en las que las personas se reúnan para colaborar e innovar y ofrecer servicios y productos valiosos, imposibles de producir por máquinas y robots.
Aprender a ser pasa por mantener nuestra capacidad de adaptación a la cambiante realidad y por ser capaces de dirigir nuestros propios procesos de aprendizaje. Pasa por compartir conocimientos y experiencias personales para poder resolver, de forma colaborativa, situaciones o problemas en el trabajo para llegar así también a nuevas concepciones y/o alternativas a los problemas que se nos plantean diariamente, de forma que podamos decidir desde la razón compartida.