«La tecnología no es una opción»
Dolors Reig
Ya metidos de lleno en el siglo XXI, me preocupa seguir escuchando ciertas afirmaciones referentes a la tecnología que afectan directamente a la productividad de las personas y a la de las organizaciones. El motivo de mi preocupación es que esas afirmaciones reflejan creencias que actúan a nivel inconsciente en las personas que las hacen, condicionando parte de sus actitudes y comportamientos e incidiendo negativamente sobre su productividad y la de las organizaciones en las que trabajan. Por lo general, estas afirmaciones son escuchadas por los demás sin plantear objeción alguna, dándolas tácitamente por válidas, como si fueran datos ciertos en lugar de creencias, y contribuyendo así a crear unas condiciones que en poco o nada favorecen la necesaria evolución de nuestros hábitos productivos para adaptarlos a la nueva realidad.
Seguro que hay más, pero en este post voy a centrarme en tres creencias sobre tecnología y productividad que, en mi opinión, son falsas y carentes de fundamento.
La tecnología es difícil
La facilidad o dificultad de algo es siempre relativa. Depende de muchos factores, como por ejemplo el punto de partida a la hora de aprenderlo o la motivación y los valores personales. Cuando algo te gusta y te interesa, tu predisposición a invertir tiempo y atención en ello es considerablemente mayor que cuando no. Curiosamente, cuando has invertido mucho tiempo y atención en aprender algo, pasa a ser mucho más fácil de lo que te parecía antes.
Es cierto que el aprendizaje de determinadas tecnologías puede resultar árido y poco intuitivo pero en el caso de las tecnologías de uso masivo, como por ejemplo la ofimática, esto ya no es así. En tecnología, la diferencia entre los que saben más y los que saben menos suele deberse principalmente al tiempo invertido en aprender, más que a cualquier otro tipo de capacidad.
La tecnología es innecesaria
Frases como «yo no necesito más tecnología para mi trabajo», «yo ya sé toda la tecnología que necesito» o «eso es cosa de los informáticos» evidencian la creencia falsa de que la realidad es estática.
El ritmo de cambio actual conlleva que la aparición de mejoras sea prácticamente continua en todos los campos. Casi siempre hay formas mejores y más eficientes de hacer las cosas. Que algo pueda seguir haciéndose de determinada manera no implica que esa manera sea la idónea. Más bien al contrario, que algo siempre se haya hecho de la misma forma es motivo suficiente para plantearse por qué aún no ha evolucionado.
Mucha gente se queja de que le falta tiempo para hacer su trabajo pero los datos dicen que las aplicaciones de ofimática se aprovechan en un 20%… Por otra parte, gran parte de los trabajos del conocimiento conllevan tareas que se repiten cada cierto tiempo. El uso de tecnología permite automatizar una parte importante de estos trabajos. ¿Cuánta gente lo hace? Otro ejemplo es el escaso uso que se hace de algunas herramientas de uso sencillo cuyo impacto positivo está contrastado, como pueden ser los gestos de ratón o los automatizadores de texto, que solo usan un porcentaje mínimo de los profesionales. ¿Significa eso que el resto «no lo necesita»?
La tecnología no es rentable
«Soy demasiado mayor para aprender», «la tecnología es para los jóvenes» o «para lo que yo hago no merece la pena aprender más tecnología» pone de manifiesto la creencia de que invertir en aprender tecnología no es rentable, bien porque la inversión se considera demasiado alta, bien porque el retorno se presume insuficiente o muy dilatado en el tiempo.
En realidad esto no es así. El tiempo empleado en aprender un nivel suficiente de muchas tecnologías básicas es mucho menos del que la gente teme. Por el contrario, el retorno del tiempo invertido es mucho más rápido y mayor del que la gente cree. La excusa del «no merece la pena» es un ejemplo del efecto que Festinger llamó «disonancia cognoscitiva», que consiste en construir una explicación racional para justificar una decisión emocional con la que nos sentimos incómodos. En este caso, el miedo, la pereza o la inseguridad generan rechazo al aprendizaje y ese rechazo lo justificamos según criterios racionales de falta de rentabilidad.
Conclusión
En el siglo XXI, en plena Era de la Información, la tecnología no es una opción. Por mucha pereza que nos pueda generar la idea de su aprendizaje o mucha inseguridad que nos cree empezar a aprender su uso, la tecnología es nuestra amiga, si sabemos aprovecharla. La clave está en entender primero para qué te puede servir y qué puedes ganar, a fin de aprender con un propósito claro. Si trabajas como «profesional del conocimiento», casi todo lo que haces ahora se puede hacer mejor, más rápido, con menos errores y, a menudo, de forma más divertida, si aprendes y le sacas partido a la tecnología.
2014 José Miguel Bolívar – Algunos derechos reservados
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