Se habla mucho de talento, dentro y fuera de Recursos Humanos. Se define qué es y qué no es y también cómo identificarlo, atraerlo, reclutarlo, desarrollarlo y retenerlo. Casi nada.
Sorprendentemente, da la impresión de que el concepto «talento» es único y, por tanto, conocido y aceptado por todos. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Si preguntamos a una docena de personas por su definición de talento, probablemente obtendremos una docena de respuestas distintas. En algunos casos, sustancialmente distintas.
La definición que cada persona hace de talento está fuertemente impregnada por los valores personales. Si yo, por ejemplo, valoro el esfuerzo, mi definición de talento incluirá el esforzarse. El que prácticamente cada persona tenga su propia definición de talento explica por qué los escenarios que se plantean son tan distintos. Para algunos, todo el mundo tiene talento; para otros, el talento es un bien escaso; para los conciliadores, ambas partes tienen razón: todo el mundo tiene talento, pero no para todo.
Este grado de subjetividad en poco o nada ayuda a conseguir los objetivos anteriores, es decir, a identificar, atraer, reclutar, desarrollar y retener el talento. Necesitamos una definición más operativa, y entender para qué sirve el talento puede ayudarnos a conseguirla.
En las condiciones adecuadas, el talento se traduce en resultados. Casi todo el mundo estaría de acuerdo con esta afirmación. Luego una de las preguntas clave sería ¿de qué depende la consecución de resultados a día de hoy?
Dice Bauman que vivimos en tiempos líquidos o, como se está poniendo de moda decir ahora, en un entorno VUCA (siglas que, en inglés, significan Volátil, Incierto, Cambiante y Ambiguo). Así que, dejando interpretaciones personales al margen, parece claro que necesitamos un nuevo tipo de talento que encaje bien con estos tiempos líquidos. En otras palabras, necesitamos talento líquido.
El talento líquido se caracteriza por poseer en abundancia dos cualidades imprescindibles para la realidad que nos ha tocado vivir: la adaptabilidad y la versatilidad.
La adaptabilidad como nuevo valor conlleva ser expertos en desaprendizaje, es decir, tener la capacidad de dejar atrás sistemáticamente todo aquello que la realidad ha ido convirtiendo en obsoleto. Pero, además, la adaptabilidad conlleva también ser capaces de enfrentarnos y superar a diario el reto de aprender en el trabajo del conocimiento, algo nada fácil de compaginar con el ritmo al que cambian las cosas y los volúmenes de trabajo e información bajo los que operamos.
Tradicionalmente, el talento se ha venido dividiendo en dos grandes grupos: los generalistas y los especialistas. Como oí decir una vez: los que sabían casi nada de casi todo y los que sabían casi todo de casi nada. Igual que la llegada de los especialistas supuso un gran avance en su día, ahora necesitamos un tipo distinto de talento: los «versatilistas» o «perfiles-T».
Un «versatilista» o «perfil-T» es un profesional que domina una materia concreta (el «palo» vertical de la «T») y que a la vez tiene un conocimiento suficientemente amplio de una variada gama de materias adicionales complementarias (el «palo» horizontal de la «T»), unido a una gran capacidad empática, lo que le permite trabajar fácilmente de forma colaborativa.
Otra ventaja adicional que ofrecen las personas con «perfil-T» es que les resulta comparativamente más fácil adaptarse a las nuevas necesidades que van emergiendo en la organización, ya que pueden desarrollar cualquiera de sus habilidades de generalista con un esfuerzo adicional muy inferior al que supondría para cualquier especialista.
Por si todo esto fuera poco, los «perfiles-T» son capaces de rendir más que los perfiles tradicionales, ya que, al dominar más materias, disponen generalmente de más recursos, los cuales pueden movilizar para alcanzar sus resultados.
Aunque todavía hay casos en los que los generalistas y los especialistas siguen siendo buenas opciones, la adaptabilidad y la versatilidad de los «perfiles-T» va a hacer que sean cada vez más demandados, ya que suponen una garantía a la hora de asegurar la capacidad innovadora de las organizaciones.
Así que toma nota. Existe un nuevo talento que reúne lo mejor de los especialistas y los generalistas. Es un talento líquido, versátil y adaptable. Ya está aquí, y tiene nombre de letra.