Dime a quien seleccionas y te diré quién eres

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A lo largo de los últimos 35 años, vengo acompañando a equipos directivos en múltiples rincones del planeta. Aprovecho para agradecer a María Victoria de Rojas el esfuerzo realizado para entrevistar y coordinar a profesionales y académicos de 25 países que han tenido a bien realizar reflexiones sobre mis contribuciones al management. María Victoria acaba de publicar su aportación intelectual y la de los demás en un libro que lleva por título “El pensamiento de un español universal”.

Con harta frecuencia, los miembros de la alta dirección que requieren de mí para procesos de formación, de asesoramiento o de coaching, me comunican sus excelsos objetivos. En ocasiones, las verdades del barquero quedan a veces encubiertas y solo son reveladas por el segundo nivel. Por este motivo, suelo solicitar mantener una sesión con quienes les reportan directamente para realizar el diagnóstico con alguno de los modelos que he creado, Gestión de lo imperfecto o Terapias para patologías organizativas.

Con frecuencia, las contradicciones entre lo proclamado por el primer nivel y lo realmente realizado resaltan gravemente. La coherencia, elemento fundamental de una personalidad armónica, es imprescindible para mantener el sano equilibrio que permite avanzar por la vida sin dañar a terceros ni a uno mismo. Me referiré a algunas entidades conocidas en primera persona. Obviamente, los datos que aporto impiden identificar la época o el país.

Comenzaré por una multinacional de servicios dedicada a promover valores. Entre ellos, los de una vida ordenada que consienta el desarrollo de la personalidad de quienes acuden a esa organización no gubernamental. Entre los nombramientos realizados se multiplican personajes que contradicen sistemáticamente, en su vida y conceptualmente, los altos propósitos proclamados en los estatutos. Lo peor es que, quienes son designados, además de carecer de la formación básica para ejercer su trabajo, son directamente seleccionados por el máximo responsable. Cabe pensar en dos opciones, o el patético personaje es perverso o sencillamente padece de algún grave descontrol psiquiátrico oculto bajo una prescindible parafernalia.

Un segundo ejemplo se refiere a una institución en la que, de nuevo, el máximo responsable proclama constantemente que su equipo es de una ética intachable. La realidad es que la práctica totalidad de los profesionales de los que se ha rodeado son descarados indocumentados y/o mangantes y, en algún caso, mentirosos compulsivos. Nada diferente de lo que actúa quien les nombra. Que la desvergonzada directora financiera no sepa nada de contabilidad es la guinda del pútrido pastel.

Frente a esos penosos paradigmas, encuentro, gracias a Dios, numerosas personas plenamente dignas. Comienzo por una institución universitaria que me solicitó formase al equipo rectoral en habilidades comportamentales y directivas. Me sorprendió no solo la calidad del máximo representante, sino también el interés de la práctica totalidad de su equipo para mejorar en sus habilidades y también en la visión estratégica. No es de extrañar que ese centro superior, que padeció hace pocos lustros a un desaprensivo, esté recuperando a marchas forzadas el prestigio.

Durante una década asesoré al fundador y máximo ejecutivo de una tecnológica. Almorzábamos una vez al mes. En algunos de aquellos gratos encuentros, me comentaba:

Cualquier empleado daría por mí 1 l de su sangre.

 

Como explicación concluyente, añadía:

-Cierto es que yo he dado 2 l de mi sangre por cada uno de ellos.

 

Esta segunda afirmación, ajustada a la verdad, justificaba la primera. Sus colaboradores directos eran, con ligeros matices, su imagen y semejanza.

El último ejemplo es el de una entidad mercantil en la que el máximo directivo se empeña por ayudar a sus subordinados, con especial predilección por individuos que provengan de países que estén sufriendo conflagraciones. Proporciona, además, inmuebles en los que puedan instalarse ellos y sus familias. El resultado es una empresa boyante en la que se respira un descomunal compromiso que quiere de algún modo agradecer todo lo que por ellos están haciendo. El comité de dirección está compuesto también por profesionales de primera línea.

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