Por Susana M. Weisz (Global SaaS Client Manager en Meta4)
La nube no es tan etérea como podíamos pensar o como nos pueden hacer creer. Es verdad que está de moda, es verdad que tiene muchas ventajas, pero, por supuesto, en el momento de optar por una solución Cloud tenemos que pedir garantías y saber cómo va a cambiar nuestra manera de operar.
En cierta manera, cuando optamos por la nube, estamos externalizando algunas de las funciones de las que habitualmente nos encargamos. Así que, la primera pregunta que nos deberíamos plantear es ¿Estamos externalizando parcial o totalmente el negocio de nuestra empresa? o por el contrario ¿estamos externalizando solamente una facility? Por supuesto, ambas opciones pueden ser válidas, pero siempre siendo conscientes de las consecuencias y de las garantías que podemos y debemos exigir.
¿Cuáles son las modalidades que nos podemos encontrar a la hora de utilizar una solución en «la nube»?
- Infraestructura como servicio (IaaS). Esta opción es bastante cómoda, al fin y al cabo usamos el almacenamiento y la capacidad de procesamiento que necesitamos, sin preocuparnos de su obsolescencia y de muchas de las engorrosas tareas de administración.
- Plataforma como servicio (PaaS). En este caso, hemos dado un pasito más. Ya que estamos incluyendo en el paquete ciertos servicios sobre los que poder construir nuestras propias aplicaciones.
- Software como servicio (SaaS): Si hemos elegido esta opción, hemos adquirido el uso de un software durante un periodo de tiempo, sin preocuparnos de ninguna de las tareas administrativas que estas aplicaciones llevan consigo.
Vamos a centrarnos en la última definición, el SaaS, que es por un lado la opción más «vanguardista» y por otro lado, la más completa. Normalmente, las soluciones SaaS resultan más económicas que la adquisición de una licencia a corto plazo y nos libera de la compra de equipos informáticos y de las tareas de mantenimiento de la solución, incluidos los backups. Sin embargo, en este modelo hay tareas de las que sí somos responsables: la configuración del software y la carga inicial de nuestros datos.
Además, estas soluciones están listas para utilizar, con funcionalidades específicas y evoluciones claras planteadas por el fabricante. La inversión inicial para adaptarla a los procesos de nuestra compañía suele ser reducida, pero hay que tener en cuenta que no solamente supondrá inicialmente un desembolso económico menor, sino la implicación de recursos de los departamentos implicados. Sólo nosotros sabemos qué es lo que queremos, lo que necesitamos y hacia dónde va nuestra organización. Sin embargo a la hora de adoptar una solución Cloud, hay dos aspectos muy importantes que debemos tener en cuenta:
- La seguridad de nuestros datos
- El acuerdo de nivel de servicio de la plataforma (ANS o SLA)
En el caso de una aplicación de Recursos Humanos estos factores son decisivos, ya que muchos de los datos que se manejan tienen un alto grado de confidencialidad y aunque son plataformas que no necesitan estar activas 24×7, hay periodos específicos a lo largo del año en el que su uso es intensivo, tanto por managers como por empleados. Con lo que una parada en el servicio, puede suponer un desajuste en las actividades de la empresa, una queja generalizada de los empleados, pudiendo repercutir de manera muy negativa en la imagen del departamento de RRHH dentro de la compañía.
Y llegados a este punto es cuando aparecen varios términos con los que debemos estar familiarizados antes de enfrentarnos a la inmensidad del «cielo»,: LOPD, SLA e ISO/IEC 27001. ¿Preparados para despegar?, es muy importante saber qué es lo que tenemos que exigir a nuestro proveedor de servicios para no renunciar a la calidad, obteniendo el máximo beneficio de nuestra inversión en la nube.