Hace poco leí un artículo muy interesante en el que se aconsejaba a los estudiantes qué carreras, estudios e idiomas deberían abordar para asegurarse un futuro profesional. La conclusión del artículo era clara, en el nuevo marco laboral, ningún estudio universitario o de postgrado, ni el conocimiento de idiomas, garantiza un trabajo seguro. Lo que anteriormente era una ventaja competitiva ahora es un bagaje necesario pero no suficiente.
Euprepio Padula, director general de Padula & Partners, afirmaba que «en estos precisos momentos no podemos permitirnos el lujo de no ser creativos. A todos se nos pide algo más, y este plus tiene que ver con el espíritu de adaptabilidad al cliente, o al mercado». También comentaba que, sin quedarse en el tópico de la inteligencia emocional, hay que descubrir esta faceta, y destaca el hecho de que existen «valores fundamentales para la carrera que tienen que ver con aportar al equipo, al jefe, a los compañeros y subordinados…». Antes no resultaba tan importante que alguien utilizase la parte emocional para lograr el éxito. Hoy no es así, y en periodos de crisis nos damos cuenta de que, o se desarrollan estos ámbitos o no hay desarrollo de trabajo en equipo. Esto es mucho más importante que elegir una u otra carrera».
Andrés Fontenla, director general de Futurestep, insistía en la relevancia de la capacidad de aprendizaje, que hace adaptables a las personas, y hacía hincapié en la importancia de poseer la «capacidad para mantener su estado de ánimo y permanecer estable ante los cambios.«
Por su parte, Federico de Vicente, manager de la división de finanzas, consultoría y estrategia de Michael Page, afirmaba que «se demandarán perfiles que puedan innovar y que conviertan una dificultad en reto o posibilidad», y añadía que la especialización será otro valor para los profesionales del futuro: «Se apreciarán cada vez más los perfiles que conocen en profundidad algo concreto y que aporten valor muy rápido».
El socio de Neumann International, Alberto Bochieri, destacaba algunos valores y actitudes para ese nuevo viaje laboral, y señalaba que «será necesaria una alta capacidad relacional a todos los niveles. Una apertura de miras y cultural desde el principio. Esto incluye una faceta internacional relevante, por lo que habrá que aprender a manejarse en diferentes culturas en sentido amplio (corporativas, sociales y políticas)». En esto coincide Krista Walochik, presidenta y consejera delegada de Norman Broadbent en España, cuando aconseja que, más que dominar un idioma, lo que se valorará en los profesionales del futuro será «su capacidad para moverse con el mismo impacto en una cultura ajena. Ser eficaces en diferentes culturas».
La conclusión a la que he llegado después de leer este artículo es que las compañías, presentes y futuras, dan y darán un valor de mucho peso a las habilidades, capacidades y actitudes del individuo a la hora de seleccionar a un candidato, independientemente de los conocimientos y experiencia que tenga la persona.
Pero después de leer todo esto uno puede preguntarse… ¿Qué hago yo si tengo dificultades para desenvolverme en alguno de estos aspectos? ¿Estas capacidades y habilidades son solo innatas o se pueden aprender y desarrollar?, ¿los resultados de ese aprendizaje son satisfactorios?, ¿se pueden medir y cuantificar esos resultados?
Responderemos a todas estas cuestiones la semana que viene en la segunda parte de este artículo.