La solución al falso dilema entre productividad y bienestar

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«No todo lo que cuenta puede ser contado, y no todo lo que puede ser contado cuenta».

Albert Einstein

 

Aunque decirlo sea políticamente incorrecto, la idea de que productividad y bienes-tar son un juego de suma cero sigue profundamente arraigada tanto en las organizaciones como en la sociedad. Tal vez no esté de más preguntarnos de dónde surge esta creencia y, sobre todo, si tiene todavía algún sentido.

Lo nuevo escapa a la mirada cansada

Si hubiera que encontrar un culpable, el dedo acusador señalaría sin duda a la cos-tumbre. Seguimos entendiendo el trabajo desde un contexto antiguo que no refleja la complejidad en la que vivimos. Esa mirada heredada actúa como un filtro rígido y poderoso que distorsiona la percepción y perpetúa creencias que ya no nos sirven y, lo que es todavía más grave, que bloquean cualquier evolución.

En la lógica industrial, más tiempo y más esfuerzo equivalen a más rendimiento. Desde este marco, es lógico que el bienestar se entienda como un lujo prescindible o, en el mejor de los casos, como un coste indeseable, aunque inevitable.

Pero esta lectura —cuestionable incluso en su propio contexto— no tiene cabida en la realidad actual del trabajo. Es solo pura inercia, acumulada durante décadas, por no decir siglos, y aceptada sin más. Mientras no revisemos esta mirada, el falso dile-ma entre productividad y bienestar nos seguirá pareciendo real. Y lo más preocupante es que, mientras este enfoque obsoleto perdure, no solo nos impedirá hacer lo correcto, sino también lo que más nos conviene.

 

El drama de una perfección vacía de sentido

En la sociedad ocurre algo similar, aunque con un matiz distinto. Buena parte de la gente joven rechaza la idea tradicional de productividad porque la identifica con explotación. Sin embargo, con frecuencia cae en una paradójica contradicción, en una forma nueva —y mucho más sutil— de autoexplotación, al convertir su propio bienestar en un ámbito más que optimizar.

La lógica industrial persiste, solo que envuelta en una apariencia diferente. Ya no se trata de producir más, sino de ser más: estar en mejor forma, comer mejor, aprender más, viajar más, leer más. Y todo ello cuantificado, comparado y medido, como si el bienestar, la satisfacción o la felicidad personales pudieran expresarse en métricas o dashboards.

El resultado de esta paradoja cruel es perverso. Lo que nació con el propósito de mejorar la vida acaba generando culpa, frustración y agotamiento, fruto de una pre-sión constante por convertirse en una versión idealizada de uno mismo.

Así, la trampa cuantitativa de la lógica industrial no solo no nos acerca al bienestar, sino que nos hace vivir con la sensación permanente de que, por más que hagamos, nunca es suficiente.

 

Las coordenadas del futuro en RR.HH.

Las organizaciones que continúan operando bajo la lógica industrial siguen plan-teando el bienestar como un coste y la productividad como un fin. Ese enfoque, además de obsoleto, es ineficaz, no genera valor, no favorece el rendimiento y, por si esto fuera poco, no es sostenible.

Cuando las personas se sitúan en el centro de las decisiones —pero no como eslogan, sino como convicción— ocurre algo tan inevitable como incómodo para quienes se empeñan en seguir mirando el trabajo desde modelos antiguos: lo correcto y lo rentable dejan de estar enfrentados.

La razón es sencilla. Lo que es bueno para las personas es también bueno para la organización. La capacidad de concentrarse, de tomar buenas decisiones, de llevarse bien con los compañeros o de resolver problemas complejos está estrechamente relacionada con el estado interno de las personas. Es más, lo está hasta tal punto que podríamos afirmar que depende directamente de él. Por eso, tratar el bienestar como un asunto prioritario no solo es lo más ético, sino la mejor forma de producir, de manera sistemática, resultados mejores y de forma más sostenible.

En consecuencia, las organizaciones que prosperen en el futuro no serán las que sigan contraponiendo productividad y bienestar, sino las que entiendan que, desde cualquier perspectiva, el bienestar es la mejor —la más rentable, la más ética y la más sostenible— estrategia productiva.

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