«Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.»
Alvin Toffler
Aprendemos para adaptarnos
Desde que Darwin nos dejó claro que la supervivencia no es cuestión de fuerza ni de inteligencia, sino de capacidad de adaptación, el aprendizaje ha venido constituyendo una poderosa arma que nos ha permitido afrontar con éxito los retos y sorpresas de esta realidad cambiante.
Por otra parte, dice la RAE que aprender es «adquirir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia«. Esto significa que, cuando aprendemos, incorporamos conocimiento adicional al que ya teníamos.
Tradicionalmente, aprender significaba que el conocimiento que incorporábamos al ya existente era un conocimiento completamente nuevo, que no reemplazaba a ningún otro conocimiento ya almacenado. Se trataba por tanto de un aprendizaje incremental, en la medida que el nuevo conocimiento se sumaba al que ya teníamos, ocupando los espacios vacíos.
Pero la aceleración exponencial del ritmo de cambio ha dado un profundo vuelco a esta situación. Ahora, buena parte del conocimiento que necesitamos incorporar para poder seguir adaptándonos entra en conflicto con otros conocimientos previos que ya tenemos. En este caso, el aprendizaje es un aprendizaje sustitutivo, en la medida que el nuevo conocimiento que incorporamos no se suma al ya existente, sino que lo reemplaza.
El aprendizaje sustitutivo es considerablemente más difícil que el aprendizaje incremental y ello plantea un reto de dimensiones considerables. Por una parte, porque el sistema educativo únicamente nos enseña a practicar el aprendizaje incremental. Por otra parte, porque el aprendizaje sustitutivo es un fenómeno muy nuevo, cuya existencia es aún desconocida por muchas personas. Para la mayoría de la sociedad, aprender sigue significando únicamente aprender de forma incremental.
El verdadero reto es desaprender
Mi actividad profesional me permite comprobar con frecuencia que el reto al que se enfrentan la mayoría de las personas no es aprender. Casi todo el mundo es capaz de aprender cosas nuevas, en especial si los nuevos conocimientos despiertan su interés.
El verdadero reto se produce cuando lo que se intenta aprender entra en conflicto con lo que ya se sabe, es decir, con algo sobre lo que ya se aprendió con anterioridad. En estas situaciones, aunque haya un interés genuino por aprender lo nuevo, a muchas personas les resulta casi imposible aprender.
El motivo es muy sencillo. Para poder aprender el conocimiento nuevo, primero hay que «hacer hueco», es decir, hay que deshacerse del conocimiento antiguo, ya que ambos conocimientos entran en conflicto. La falta de costumbre, la presión y el estrés bajo el que muchas personas viven sometidas día a día, hace que la reacción instintiva sea regresar una y otra vez a la zona de confort, es decir, al conocimiento «de siempre», al que nos ha acompañado toda la vida.
Aprender ya no es suficiente. Como dice Hiroshi Tasaka, «en la sociedad del conocimiento, el conocimiento no tiene valor«, ya que cualquiera puede acceder a él. Cada vez más, lo que importa es el conocimiento aplicado, es decir, «qué sabes hacer con lo que sabes». Y este conocimiento aplicado precisa de una actualización permanente, al mismo ritmo al que se actualiza el entorno.
Aprendizaje adaptativo
Por eso, el siglo XXI precisa de un nuevo tipo de aprendizaje: el aprendizaje adaptativo. Un aprendizaje que nos capacita para adaptarnos a la realidad de forma dinámica, flexible y, sobre todo, rápida. Aprendizaje adaptativo significa aprendizaje, desaprendizaje y re-aprendizaje.
Desaprender consiste en deshacernos de forma inmediata de todo aquello que va quedando obsoleto o se vuelve innecesario. Una vez desaprendido lo innecesario, reaprender es sencillo, porque se parece al aprendizaje incremental que ya conocemos y practicamos. La principal diferencia en este sentido es que el reaprendizaje es más rápido y frecuente, ya que ahora hay que aprender durante toda la vida.
Sin desaprendizaje no es posible el reaprendizaje. Por eso, desaprender es la gran asignatura pendiente, la competencia cuya posesión o carencia va a marcar la diferencia entre los profesionales en los próximos años.
Día a día aparecen nuevas profesiones, a la vez que desaparecen otras que nos han acompañado durante años. Profesiones diversas cuyo ejercicio conlleva nuevos y variados conocimientos, experiencias y habilidades. Sin embargo, todas ellas tienen un elemento común: necesitan que las personas que las desarrollan estén en constante proceso de aprendizaje adaptativo.
Si tuviera que buscar profesionales para cualquiera de estas posiciones y solo pudiera centrarme en una competencia común, tendría muy claro qué es lo que mi organización necesita y lo resumiría en una sencilla frase: Se busca experto en desaprendizaje.
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