El cuestionamiento es una herramienta poderosa para crear valor en una organización: estimula el aprendizaje y el intercambio de ideas, favorece la innovación y el rendimiento, y contribuye a generar confianza entre los miembros del equipo.
Además, permite disminuir el riesgo, mediante el descubrimiento de imprevistos que pueden transformarse en amenazas.
Siendo así, ¿por qué nos cuesta tanto hacer preguntas? Probablemente, haya muchas razones. Hay personas que pueden ser egocéntricas, y que desean impresionar a otros con sus pensamientos, historias e ideas, por lo tanto, ni les pasa por la cabeza preguntar.
En otros casos puede ser que la apatía y el desinterés, hagan que algo no importe lo suficiente como para hacer preguntas, o que uno presuma que las respuestas van a ser aburridas. También hay personas que pueden creer saberlo todo, y que por lo tanto consideren que ya conocen las respuestas que obtendrían. O tal vez nos de miedo hacer la pregunta equivocada, y ser vistos como groseros o incompetentes.
Si fuésemos conscientes de los beneficios que formular preguntas puede aportarnos, seguramente, buscaríamos mecanismos para mejorar nuestras habilidades a la hora de preguntar, y de establecer conversaciones mucho más enriquecedoras.
Formular más y mejores preguntas puede ser el punto de partida de muchas innovaciones. Las preguntas nos permiten, por ejemplo, cuestionar la lógica actual e imaginar nuevas posibilidades.
Un buen ejemplo de ello es la historia de Edwin Land, quien estando de vacaciones con su familia sacó una fotografía de su hija de tres años. La niña quiso verla al instante, pero evidentemente eso no podía ser por aquel entonces. La inocencia la llevó a preguntar una y otra vez por qué no podía ver la fotografía.
Ante tanta insistencia, Edwin Land, que era experto en emulsiones fotográficas, se hizo suya la pregunta y se cuestionó por qué no era factible, y que haría falta para que la fotografía instantánea fuese una realidad. Un tiempo más tarde, lanzó un producto revolucionario, la cámara Polaroid. Es decir que uno de los productos icónicos del siglo XX, se originó con la pregunta de una niña de tres años que desafió, sin saberlo, las ortodoxias de la industria y la tecnología del momento.
Si no desafiamos las ortodoxias, éstas crean “cajas” en las cuales las personas pensamos, actuamos y tomamos decisiones de manera rutinaria, dificultando que veamos más allá. Una ortodoxia, es precisamente una creencia profunda, una práctica tradicional o una manera convencional de pensar que es asumida como verdadera o cierta.
El reto no es sólo obtener puntos de vista innovadores, sino también deshacernos de aquellos que nos anclan al pasado y que evitan que descubramos nuevos modos de hacer las cosas, o qué hagamos cosas nuevas. Las preguntas son el mecanismo para lograr ambas resultados.
¿Cuándo fue la última vez que te reuniste con tu equipo para cuestionar seriamente las creencias sobre las que se sustenta vuestro negocio? ¿Cada cuánto revisáis las creencias que compartís sobre los clientes a los que servís, los mercados en los que operáis, el valor que creáis, el modo en que hacéis dinero, quiénes son vuestros competidores, cómo diferenciáis vuestra oferta y cómo pretendéis afrontar el futuro?
¿De dónde provienen esas creencias? ¿Qué pasaría si algunas de ellas no siguiesen siendo válidas? ¿qué pasaría si simplemente las hubieseis heredado del pasado, dándolas por ciertas?
Las preguntas, encierran en sí mismas el potencial de ayudarnos a entender el mundo que nos rodea, despertar nuestra curiosidad, reformular problemas, marcarnos direcciones, y conducirnos a nuevos descubrimientos.
Preguntas como, ¿cuál es la causa?, ¿por qué? o ¿qué es?, nos ayudan a entender el presente, mientras que preguntas como, ¿qué pasaría si…? o ¿cómo podríamos…?, nos abren posibilidades y nos permiten imaginar nuevas realidades.
Por todo ello es fundamental que los directivos desarrollen la habilidad de formular mejores preguntas, y fomenten que sus colaboradores sigan sus pasos. Hay proyectos que persiguen este objetivo. Un ejemplo es el proyecto 4-24, que propugna que se dediquen cada día 4 minutos a generar preguntas alrededor de algún reto personal o profesional.
Y es que en una era en la que podemos obtener muchas respuestas con un solo click, formular las preguntas correctas puede ser un aspecto clave. Hace ya muchos años, Peter Drucker decía qué “lo difícil e importante no es encontrar las respuestas correctas sino encontrar la pregunta adecuada. Ya que hay pocas cosas tan inútiles, incluso peligrosas, como la respuesta correcta a la pregunta equivocada”.